XXIII La Gruta de Mármol
Escucha la música incidental aquí:
Las corrientes profundas hacen de corredores que las ballenas usan para desplazarse a más velocidad, y para una tonina era un desafío llegar a una de ellas.
Zasaret estaba en ello cuando sintió tras de ella un sonido que le hizo devolverse rápidamente a la superficie: Era un grupo de ballenas jorobadas en plena pesca. Al emerger de un brinco tomó aire y se sumergió inmediatamente, pues no deseaba perderse un segundo de ese increíble espectáculo.
Las ballenas estaban nadando en círculo, expeliendo una cortina de burbujas, y en la medida que lo hacían, iban estrechando este círculo, de manera que se iba formando un cono de aire de vértice inferior, el cual comenzó a ascender, dejando atrapados en su interior centenares de peces. Justo antes de que este cono emergiera, las jorobadas tomando un gran impulso, con sus grandes bocas abiertas, salieron a la superficie atrapando entre sus fauces esos deliciosos peces, quedando un instante suspendidas en el aire. A Zasaret le causaba mucha impresión cómo esos enormes animales lograran saltar fuera de agua a tanta altura, por lo que siempre que podía buscaba en las rutas migratorias estos grupos de cetáceos. Más de alguna vez había logrado infiltrarse para robarles algunos peces atrapados por ellas.
Pero esta vez algo distinto ocurrió, pues una se desprendió del grupo y se dirigió directamente hacia ella, lo que en un primer momento le asustó, pero tras un dulce y largo gemido, la ballena le dio a entender que tenía un mensaje que darle:
Debía comunicarles a los hermanos orcas, toninas, delfines australes y todas las ballenas posibles que debían enviar un representante, el más evolucionado espiritualmente entre cada especie, para reunirse el solsticio de verano en la gran Gruta de Mármol, pues los seres pensantes del mar tenían que estar al tanto de los extraños acontecimientos que estaban sucediendo.
Y sin decir más, el grupo de ballenas se alejó de ahí.
Para una pequeña tonina como Zasaret le pareció una enorme responsabilidad lo que se le había encomendado, y faltaba poco tiempo para el solsticio.
Pero lo que una tonina sí tenía era rapidez, y capacidad de comunicación, pues el agua convertía una palabra en un mensaje que podía escucharse a gran distancia. Sin embargo, aún así era una meta muy difícil de lograr, pues era una gran distancia a cubrir e innumerables los fiordos y canales que debía sortear.
Zasaret era una joven tonina muy especial, pues desde que nació era percibida distinta a las demás. Realizaba proezas en el agua nunca vistas, las cuales llenaban de asombro y también de envidia o resquemor al resto. Por ejemplo, después de mucho empeño había logrado remontar río arriba un torrente, hasta llegar a una laguna, cosa jamás vista por otra de su especie. Claro que ello le significó fuertes golpes contra las rocas del río, pero como recompensa pudo deleitarse con peces de sabores totalmente distintos a los que estaba acostumbrada.
Pero era mirada con desconfianza por las demás, temiendo que sus arriesgadas aventuras incentivaran a los más pequeños a hacer cosas similares.
Todos estos experimentos la habían convertido en la tonina más veloz de todas, por lo que la petición de esa ballena no pudo haber sido hecha a alguien más indicado.
Entonces comenzó a recorrer los canales, pidiendo ayuda a los otros seres del mar para cumplir con la misión. Primero se encontró con un grupo de Orcas, quienes aceptaron buscar a la orca mayor, y así continuó con el resto de las especies.
Una vez que terminó su tarea, fue a alimentarse a las lagunas río arriba como era su costumbre.
Pero su inquieto espíritu y curiosidad le torturaban la mente con preguntas como:
¿Por qué habían llamado a los principales?
¿A qué extraños acontecimientos se refería la Jorobada?
Así que decidió actuar contra las reglas como siempre y se fue hacia la Gruta de Mármol, llegando ahí antes del solsticio.
Se ubicaba al fondo de una bahía que era custodiada por tres orcas.
No había forma de traspasar el cerco, pero se fijó que uno de los costados de esta bahía estaba conformado por una estrecha lengua de tierra rodeada por agua por ambos lados. Después de estudiar el terreno decidió arriesgarse y saltar sobre las rocas y los árboles de esta franja en un sector donde parecía ser más delgada.
Ya lo había hecho antes en roqueríos de baja altura, pero esto realmente iba exigir un enorme esfuerzo. Y tomando un gran impulso, con todas las fuerzas de su ser, aprovechando la energía de una ola, saltó como un ave, y sintió que el espíritu del albatros la ayudaba. Y los animales del bosque sorprendidos vieron como Zasaret volaba entre las ramas dejando una estela de fulgurante agua tras de sí.
No fue detectada por las orcas, por lo que pudo esconderse bien y así enterarse de lo que ocurriría en la reunión.
Ella sabía que en esa gruta en los solsticios algo especial pasaba, lo que era otra motivación para estar ahí.
La gruta también exigía un gran cuidado al nadar, pues el sistema de orientación se confundía totalmente con los múltiples ecos que se producían en las paredes de mármol.
Y llegaron dos jorobadas, reconociendo Zasaret a la que le había encomendado el mensaje. Luego entró una gran orca, llena de cicatrices y de temible aspecto. En seguida reconoció a la tonina mayor, con quien muchas veces había llegado a parar para ser reprendida por sus locas acciones. Y así se iba completando el grupo.
Hasta que por fin arribó la Ballena Azul, produciéndose en la concurrencia un silencio reverencial.
Se acercaba el medio día y con asombro Zasaret vio cómo de la parte más alta de esa gruta comenzaba a entrar un rayo de sol, el cual comenzó a llenar cada espacio de ella, reflejándose en miles de colores que acrecentaban aún más las vistosas vetas de roca. Y el agua comenzó a emitir una intensa luz verde azul, que pronto iluminaría hasta el supuesto seguro escondite de Zasaret.
Al darse cuenta intentó salir de ahí, pero un solo gemido de la Gran Ballena Azul la hizo paralizarse, siendo obligada a quedarse en el rincón donde se había escondido.
Pero los cetáceos no tenían tiempo para esas pequeñeces, pues la ballena migratoria comenzó a relatar sobre extraños sucesos en el mar hacia el norte, un sentir que algo terrible iba a pasar y que iba a afectar principalmente a los seres pensantes de la tierra, los Hombres.
Pero era imposible determinar más información, pues muchas cosas ocurrían tierra adentro, por lo que no podían prestar ayuda desde ahí.
Por ello decidieron, a través del espíritu de la Gran Ballena, contactar al más poderoso shamán entre los hombres, con el fin de que reuniera a los más importantes shamanes del Sur en un Concilio, donde podrían establecer qué oscuros designios de aproximaban.
E invocaron a los ancestros para poder encontrar a ese gran shamán, el cual se podía reconocer por su poderosa aura. Y entraron todas en un profundo trance, expeliendo al unísono una fuerte llovizna de agua, que salió por el agujero donde entraba el sol, transformándose en una nube con forma de ballena, la cual voló por el cielo, hasta que dio con ese shamán, pero con la sorpresa de que aún era un niño y que no había sido siquiera iniciado.
No había otro Shamán en el sur que se le pudiera siquiera parecer en poder, ni siquiera los del extremo de la Gran Isla, por lo que las ballenas decidieron que no había mejor opción. Debían entonces convencer a los Shamanes que debían formarlo para hacer de él lo antes posible un yekamus, de manera de poder llevar adelante su delicada misión.
Pero algo perturbaba el ambiente, el presagio de un accidente en el mar que le podría causar la muerte a ese niño, por lo que decidieron dejarlo al cuidado de una ballena, ¿pero cual?
Y ahí la Tonina Mayor miró a Zasaret.
Y todo el resto comprendió.
Era la más rápida, intrépida y la única que podía seguirlo por todos lados, incluso hasta río arriba
Zasaret se dio cuenta del gran error que fue ir hacia ese lugar, pues ya no tenía escapatoria, pues ni más ni menos que el cónclave la eligió para esa misión.