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XXXIV NEGOCIOS

 

Esa noche Juan Sebastián se reuniría con el agregado de negocios de China, y un inversionista Canadiense de una empresa que tenía prohibición de operar en ningún país desarrollando por los desastres ambientales que ya había producido; viendo en Chile un paraíso por su nula cultura ambiental e internacionalmente reconocido afán de autodestrucción de sus habitantes y ciegas autoridades.

 

Cuando estaban terminando de cenar y conversar sobre trivialidades en uno de los más lujosos restaurantes de Santiago; empezó la verdadera negociación:

 

—Señor Juan Sebastián —dijo el inversionista canadiense—, como usted sabe, estamos interesados en refinar aluminio en la zona de Aysén, sabemos que hay bastante agua limpia allí, necesitamos millones de litros de agua pura para refinar el aluminio, y además poder depositar nuestros desechos en el río.

—Estamos hablando de depositar millones de litros de desechos tóxicos en los causes de agua que llegarán al mar —dijo Juan Sebastián, haciendo énfasis en la complicación, en aras de negociar un buen precio por su trabajo.

—Es verdad —dijo el agregado de negocios de China—, nosotros compraremos ese aluminio refinado y si llegamos a un acuerdo, habrá una buena retribución para usted. Sabemos que este país es un buen lugar para hacer negocios.

—Lo es —dijo Juan Sebastián—, aquí, teniendo los contactos correctos, podemos conseguir que las autoridades sean “flexibles” con los buenos inversionistas como ustedes. El problema son los grupos ambientalistas.

—Por eso estamos solicitando su ayuda —le dijo a Juan Sebastián el inversor canadiense—, nos han dicho que usted es el mejor para manejar ese asunto en este país.

 

Juan Sebastián tomó su copa de vino tinto y la bebió, fingiendo que lo estaba pensando… luego les dijo:

—Yo tengo los recursos para allanar el camino a fin de que su empresa pueda instalarse en Aysén, Tengo cierta experiencia desprestigiando a los ecologistas y logrando que se les perciba como una molestia que frena el progreso social del país. Al mismo tiempo, podemos crear la imagen de que se trata de un proyecto muy beneficioso para Chile y para la zona de Aysén; que va a dar mucho empleo y riqueza a esa pobre y sin ningún valor olvidada tierra del inhóspito sur.

—Nos gusta mucho esa idea —dijo el encargado de negocios de China.

 

Cuando los dos negociadores le ofrecieron cierta cantidad generosa de dinero por sus útiles servicios, Juan Sebastián les dijo:

—El problema es que ustedes tienen que vaciar un lago e inundar unos bosques, todo eso se verá en los mapas satelitales; así que necesitaré de mayores recursos para calmar las susceptibilidades que esa información va a despertar en la opinión pública, y poder frenar el avance de los grupos ambientalistas.

 

El inversor canadiense y el encargado de negocios de China se miraron las caras con sorpresa, al percatarse de las hábiles armas de negociación que exhibía Juan Sebastián.

 

Al final, pactaron por una serie de siniestros acuerdos, en los cuales Juan Sebastián se comprometió a desprestigiar sistemáticamente a los grupos ambientalistas que se habían opuesto al proyecto, y a fortalecer la imagen de la compañía canadiense a cambio de una gran cantidad de dinero, y además, los Chinos, futuros importadores del aluminio, le pagarían con una participación en el nuevo negocio de telecomunicaciones y prensa que estaban realizando de manera encubierta en Sudamérica; con el fin de poder extraer recursos antes que los estadounidenses y rusos comenzaran la última gran explotación de este lugar. Todo esto debía hacerse rápidamente, pues había evidencia que incluso la derecha estaba comenzando a abrazar la bandera del medioambientalismo, pues descubrieron que era imposible crear riqueza, progreso, emprendimientos y crecimiento si el ecosistema colapsaba.

 

Durante toda la cena, Efraín estuvo sudando frío. Pero los negociadores no le prestaron ninguna atención. La razón por la que Efraín estaba tan nervioso, es que los canadienses y los chinos no sospechaban que Juan Sebastián ya había hecho un trato con los yankees para convertirse él mismo, en el gran nexo entre las empresas norteamericanas y los políticos sudamericanos, y que sus planes desde el principio eran aprovecharse de la red de comunicación que los chinos le podían proveer para extender su influencia, especialmente en países de tendencia globalista.

 

 

El único que sabía a ciencia cierta estos hechos era Efraín, que aún se sorprendía con la sangre fría de Juan Sebastián podía tener al momento de hacer negocios; lo que día a día aumentaba su admiración por su mentor.

 

Pero Juan Sebastián tenía proyectos que iban mucho más allá y que ni siquiera le había contado a Efraín. Descubrió que el negocio de la droga era realmente el futuro. Debía eso si establecer lazos con las narco-dictaduras y narco-guerrillas que estaban sutilmente emergiendo en la región, aportándoles dinero e influencias para que obtuvieran el control de los territorios y los pueblos, ayudando a que armaran sus ejércitos revolucionarios, para luego crear, según sus proyecciones, el mayor cartel del mundo.

 

 

Esa noche, Juan Sebastián y Efraín se fueron a celebrar el negocio que acababan de cerrar con los canadienses y los chinos, a un bar cercano que era frecuentado por los ‘pitucos’ (personas adineradas) de la ciudad.

 

Después de beber suficiente alcohol y haber consumido algo de droga, Efraín se atrevió a plantearle a Juan Sebastián un problema de “negocios” que tenía, y que nunca se había atrevido a plantear a su amigo:

—Seba, hace tiempo que quería proponerte algo…  es un negocio pequeño —dijo Efraín tímidamente—. No se trata de mucha plata, pero es una pelea que llevo hace años con mi viejo y ya se convirtió en un desafío para mí.

—Me gustan los desafíos, pero más me gusta la plata —respondió Juan Sebastián.

—Pero igual te gusta mi novia, y he notado que ella también te coquetea —dijo Efraín de manera sorpresiva.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Juan Sebastián, disimulando.

—Que si me ayudas con este problema me las arreglo para que puedas estar solo con ella, tú sabes —propuso Efraín.

—No puedo negar que es una oferta atrayente —dijo Juan Sebastián —. Bueno, ¿de qué se trata?

 

Efraín se acomoda para sentarse derecho en la silla, mira hacia el techo como pensando la forma de explicar su problema, suspira y dijo:

—Mi viejo tiene 2500 hectáreas de bosque nativo antiguo en el sur, por Pucón, y el muy terco no quiere hacer nada con esa madera. Además los de una fundación conservacionista le han lavado el cerebro.

—Siempre es así, esos molestos activistas están metidos en todos lados, como las hormigas —dijo Juan Sebastián con desprecio.

—Pero creo que mi padre ya está bastante viejo como para engañarlo y lograr que nos deje explotar el predio —dijo Efraín—, y se podría sacar rápido un montón de dinero; total se corta el bosque más adentro para que nadie se dé cuenta y los del Ministerio de Medio Ambiente tienen tan poco personal que jamás fiscalizan.

—Y tú trataste de convencerlo —dijo Juan Sebastián en tono de burla.

—Sí, yo traté de convencerlo, pero no me resultó —dijo Efraín reconociendo que ha fracasado—. Pero estoy seguro de que tú con tu increíble labia, podrías hacer algo.

—Me gusta la idea —dijo Juan Sebastián aceptando el desafío—, ahora que el negocio se ha cerrado creo que nos merecemos algo de tiempo libre y diversión. Prepara a tu novia para nuestro regreso porque vamos para Pucón de vacaciones.

INTERLUDIO

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